Las marcas tienen que esforzarse por comprender el vacío que han dejado los rituales perdidos y ofrecer experiencias que puedan ocupar su lugar. Hemos identificado cuatro posibles roles que pueden tener los rituales y que las marcas deben tener en cuenta a la hora de diseñar nuevos rituales:
Ritual como portal: Un ritual puede facilitar nuestro tránsito de un yo a otro. Nuestro yo de todos los días puede transformarse en nuestro yo de vacaciones mientras hacemos las maletas, por ejemplo. Los rituales de tránsito son especialmente importantes para marcas de belleza, aseo y moda.
Ritual como sentimiento de pertenencia: Las copas de los viernes y los partidos de los domingos son ejemplos de rituales que fomentan un sentimiento de pertenencia y el consumo de productos en un marco social. El reto al que se enfrentan las empresas consiste en crear experiencias fuera del mundo físico.
Ritual como confort: Los nuevos rituales, como bailes en la calle o cócteles en los que se respeta la separación interpersonal, también pueden ser fuente de confort. Las marcas tienen que plantearse qué pueden hacer para mejorar esos momentos.
Ritual como anclaje: Las marcas pueden ayudar a reinventar anclajes emocionales, como celebraciones en las que las personas no pueden estar juntas. La empresa de fintech para pagos diferidos Klarna organizó un festival de música online llamado Klarnival para llenar el hueco dejado por la cancelación de los festivales de verano.
Los rituales creados por una marca tienen que estar vinculados a su propósito. Una combinación correcta de ritual y propósito puede volver a conectar a los clientes con lo que más les importa.